sábado, noviembre 18, 2006

Frívolo


Que da gran importancia a cosas banales, fútiles. De poco peso, de poca importancia para que alguien se interese, fútil. Estas son las definiciones de diccionario del adjetivo “frívolo”, el nuevo título del post de esta semana. Quizás alguien me acuse de plagio, pero creo que aún no ha sido registrado en la propiedad intelectual, así que después de unos días sin publicar, creo que este tema puede dar mucho de sí. Sobretodo porque pienso que es una práctica (la de frivolizar) que cada vez está más de moda. En una conversación entre copas, hablé sobre el sexo y si se frivoliza sobre el tema. La conclusión es que sí aunque todo el mundo diga no porque le damos una gran importancia y nos olvidamos de otras cosas mucho más trascendentales ya sea por egoísmo o por instinto animal. Con eso no quiero decir que el sexo no importe en una pareja, ni mucho menos, aunque en general está sobrevalorado y considerado una meta a la que tenemos que llegar para sentirnos mejor.

Si tenéis el suficiente valor para acercaros al cine y ver un documental (práctica que recomiendo hacer de vez en cuando), veréis que esto de frivolizar es realmente cool. A través de este género se pone en evidencia que llevamos un vendaje sobre los ojos que no nos permite ver todo aquello que realmente importa. Dejando al margen el papel de los medios de comunicación, que nos ocultan más de lo que nos enseñan (y eso que estoy intentando ser periodista), creo que hay herramientas suficientes, y entre ellas está la cabeza, para poder pensar y plantearse enseñar a los demás a apartarse de esa frivolización que impulsan los poderes políticos y comunicativos.

No sé si Davis Guggenheim pensó todo esto antes de dirigir su documental Una verdad incómoda, pero a mi sí que me lo pareció. Además, tiene el ingenio suficiente para enseñar y a la vez entretener. ¿Cuántas veces nos hemos aburrido en conferencias que no llevaban a ningún sitio, no por lo que se decía sino por cómo se exponían las ideas? Pues bien, Una verdad incómoda me ha servido para romper este mito de que la teoría es monótona. Además sobre un tema menospreciado y olvidado como es el del calentamiento global del planeta y sobre el cual, Davis Guggenheim hace una labor didáctica para que salgamos del cine convencidos de que algo tenemos que hacer para evitar grandes catástrofes. Además, su técnica narrativa evoca a algunos hechos ya sucedidos como el huracán Katrina en Nueva Orleáns o el Tsunami que azotó las costas Tailandesas, que dan motivos al espectador que todo aquello sobre lo que habla no es una simple posibilidad, sino un hecho que ya está ocurriendo.

Quizás el único lunar del documental es la persona que conduce toda esta explicación. No por la manera cómo lo hace, sino por quién es. Se trata de Al Gore, aquel político norte-americano que perdió la presidencia de su país a favor de un tal George W. Bush, que le robó unos cuántos miles de votos en Florida. Pues bien, coincidiendo con las actuales elecciones legislativas (ya es casualidad) se lanzó el documental que además de exhibir brillantemente todo el tema del calentamiento global, repasa la carrera del demócrata Al Gore. Así que el cine politizado (que no político) resta credibilidad a un gran trabajo del director de Rumores que matan, Davis Guggenheim.

Y después de dos semanas bastante estresantes, vuelve una nueva edición de Fila 1, en este caso la del día 3 de noviembre, para todos los amigos de este blog que no tiene una regularidad estricta, pero que sigue vivo. Y muy vivo.

Agur.

Fila 1 03.11.06

sábado, noviembre 04, 2006

Labios


Podría verla cada día sentada en esa parada de autobús leyendo uno de esos sábana que le cubren la cara. Podría pasarme horas apoyado en esa farola observándola sin pensar nada, incluso creyendo que su naturalidad podría pasar desapercibida para muchos. Mirando su expresión podría pensar que es inocente y sobretodo infantil, pero sin embargo hay algo en sus rasgos que me desconcierta. Quizás su rostro con cierto aire a las pin up’s de los años 50. Y es que oculta algo que me hace pensar que el niño soy yo, porque cada vez que levanta su cabeza para ver si llega su autobús me derrumbo ante sus gestos. Alguna vez he pensado como sería una conversación con ella, pero su voz, que nunca he escuchado, seguro que me haría cambiar el discurso de inmediato.

En casa, sus padres trabajan todo el día y ella llega sobre las 3 de la tarde y come algo rápido en el sofá mientras lee los apuntes de las clases de la mañana. Después se desfasa unos minutos escuchando Depeche Mode hasta que decide seguir con los apuntes que le quedaron atrasados. Cuando haya encendido el flexo de su habitación, continuará con Siete hermanos de David Trueba que su mejor amiga le recomendó. Antes de cenar quedará con ese chico que conoció en esa parada de autobús mientras leía uno de esos sábana.

Este pequeño relato es otra de mis paranoias después de ver Scoop de Woody Allen. Os preguntaréis qué tiene que ver esa historia con la nueva aventura de uno de los genios del cine contemporáneo (quien quiera que me lo discuta, estaré encantado). Pues sobretodo tiene que ver con su protagonista, Scarlett Johansson, musa de Allen y una de las actrices, que con 22 años, ha demostrado más que algunas estrellas que le doblan e incluso le triplican la edad. Una de las cosas que más me fascina de ella, es su naturalidad y puede que esté influenciado por su primer papel adulto en Lost in translation de Sofia Coppola. Esa chica que paseaba sola con su paraguas por las calles de Tokio y que yo he trasladado a Barcelona con mi historia de bolsillo.

Pero en definitiva, todo se trataba de una excusa para hablar de Scoop, la película número 38 de Woody Allen y quizás un resumen de los recursos argumentales más utilizados por el cineasta a lo largo de su carrera. Como Sergi Sánchez comenta muy bien en su crítica en Fotogramas, “en su prolífica vejez, Allen demuestra que quiere seguir jugando con el lenguaje, que continúa preocupándose por la naturaleza del relato; que, en definitiva, no se cansa de reflexionar sobre los dos vectores que han guiado su fértil y memorable filmografía”. Esos dos vectores a los que Sánchez se refiere son la tragedia que vemos en Match Point y el vodevil de Scoop. Pero en ambos casos, una sucesión de acontecimientos surrealistas envueltos de numerosos gags irónicos y sarcásticos del director que él mismo interpreta en el papel de un ilusionista venido a menos. Ese personaje cargado de patetismo que siempre ha acompañado a Woody Allen, el hombre que alguna vez dijo que el cerebro era su segundo órgano favorito, pero que sin duda lo usa muy bien.

Y sobre esta película también hice un pequeño comentario en la sección Fila 1 del pasado 27 de octubre. Espero que la disfrutéis y que no dudéis en mandarme críticas e ideas para ir mejorando cada vez más.

Agur.

Fila 1 27.10.06